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CAMINANDO ENTRE AGUJAS

Actualizado: 30 nov 2020


Camino, miro al frente y respiro. El sentimiento de impotencia es cada vez más fuerte. Las personas a mi alrededor parecen no darse cuenta. O tal vez deciden ignorarlo. Pienso en diferentes maneras de actuar ante esta situación. Expresar cómo me siento, limitarme a los gestos o ignorar lo ocurrido. Descarto la primera opción al recordar los posibles peligros que esta conlleva. Es difícil comprender lo que los incita a actuar de esta manera. Puede ser un deseo reprimido, un deseo por manifestar sus pensamientos vulgarmente o un simple impulso. Sin importar sus pretensiones, su forma de actuar no es justificada. La incomodidad producida y el miedo que siento al desconocer sus verdaderas intenciones me hacen apresurar el paso. Me pregunto, ¿hasta qué punto el ser humano ha progresado? ¿Debería aceptar que el acoso sea normalizado? Puede que estas personas se limiten a las palabras, no obstante, la sensación de inseguridad persiste y en el momento debo resignarme a lo ocurrido.



(Ilustración por: Natalia Tabares)

Camino, miro al frente y respiro. Llego a un lugar seguro, donde mi cuerpo es respetado. Recuerdo su mirada, la manera en la que me observaba detalladamente y las palabras que salieron de él. ¿Qué pudo haber pasado si el lugar estuviera vacío? ¿Estaría contando esta misma historia? Desafortunadamente, una gran cantidad de mujeres han pasado por situaciones similares y en algunas ocasiones su historia ha tenido un trágico final. Me siento indefensa ante esta amenaza, quisiera huir del peligro. No obstante, escapar no es una solución cuando el problema persiste y la sociedad se muestra indiferente. Cada persona elige entre vivir en la ignorancia o ser consciente de la realidad que nos rodea. Sin importar su decisión, todos estamos expuestos a las diferentes manifestaciones del acoso, sean verbales o físicas. Es difícil mostrar mi inconformidad inmediatamente, puesto que no está bajo mi control la reacción de las demás personas. La imposibilidad de cambiar su forma de pensar y de actuar hace que este sentimiento de impotencia se intensifique y de esta manera cuestione el rumbo que está tomando la sociedad en la que vivo.


Últimamente me he preguntado, ¿cuáles son las repercusiones de esta problemática en el desarrollo de mi identidad? Para ilustrar mi punto, empezaré con un ejemplo cotidiano, la vestimenta. Comúnmente la ropa que uso y quiera usar será juzgada. Para una gran cantidad de personas este elemento es suficiente para criticar mi forma de vivir y de pensar. Algunas personas no le ven el problema a verse en la obligación de cambiar la forma de vestir y no se dan cuenta del problema que hay detrás. Particularmente, a lo largo de los años las instituciones académicas han establecido un código de vestimenta que se centra particularmente en las mujeres. Ropa que es considerada como reveladora no es permitida al ser una “distracción” para los estudiantes, docentes y demás personas. Ahora yo me pregunto ¿es mi error utilizar este tipo de atuendos o el problema radica en la ausencia de respeto por parte de estas personas? Estos códigos de vestimenta normalizan el pensamiento de que la ropa justifica el acoso y sus derivados. Este es un simple ejemplo que se centra en instituciones donde se deben fomentar los valores y donde se desarrolla el individuo para enfrentar en un futuro la realidad. Ante un mayor panorama, donde los riesgos aumentan y factores como estereotipos, educación, cultura, entre otros forman la manera de pensar del ser humano, ideas como la presentada anteriormente se replican y llegan a mayores escalas.

El miedo persiste al salir a la calle, al encontrarme con desconocidos, al estar sola. Ya sea por mi ropa, mi forma de caminar, mi forma de actuar, o el hecho de ser mujer, siempre me encontraré con personas que me consideren inferior y piensen que es correcto hostigarme, gritarme, perseguirme. Siempre intentaré huir, pero nunca sabré si esto será suficiente. No busco tener poder sobre las demás personas, busco tener el poder sobre mi misma. Quiero llenarme de valentía, mostrar mi fortaleza y poder caminar, mirar al frente y respirar sin temor alguno.


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