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El coraje de soñar


Al final todo saldrá bien. Si no está bien, no es el final.


Buena parte de la población se ha visto hundida por la negatividad nada útil. Sin embargo, una espectacular minoría de seres humanos son capaces de mantener una sorprendente actitud positiva, acompañada de un profundo optimismo, aún ante situaciones difíciles y épocas personales complicadas. Una de las principales estrategias para centrarse en la posibilidad de triunfar en lugar de caer en la toxicidad, es llenar la mente de sueños tan grandes que sencillamente no dejen espacio para preocupaciones. Es así como descubrimos que la adversidad surge para poner a prueba cuánto deseamos nuestros sueños, pues los héroes nacen en épocas duras y con el coraje de soñar conquistan buena parte del mundo. Veamos pues el ejemplo de Martin Luther King, quién se convirtió en uno de los más grandes defensores de los derechos humanos por su lucha contra la brutalidad del racismo, motivada por su sueño de un mundo más libre, justo e igual y Gandhi, quien batalló contra un imperio, en la búsqueda de su sueño de ver algún día el subcontinente indio unido, seglar y autosuficiente.

Los casos citados son la clara muestra de que, al final, lo que intenta hundirnos también nos ofrece la trascendental posibilidad de conocer nuestras virtudes invisibles y por ende descubrir quienes realmente somos, pues nos inspira no solo a lograr un autodescubrimiento personal sino a construir una filosofía de vida para ser capaces de enfrentarnos a esta misma.

Podemos decir, además, que las experiencias vividas por los grandes líderes que han trascendido positivamente en la historia de la humanidad nos enseñan que el camino para lograr grandes sueños implica sortear grandes obstáculos y que las condiciones adversas que a diario enfrentamos hacen parte de un camino en el que debemos ser conscientes de convertir la debilidad en fortaleza, y el miedo en fe.

El proceso de reclamar el heroísmo perdido al convertirnos en una persona más fuerte, valiente y noble significa experimentar momentos caóticos, incómodos y difíciles.


Personalmente, siento que crecemos más cuando peor nos va en la vida y es por eso que, a pesar de las vicisitudes de nuestro camino, debemos saber que vivimos en el paraíso y que aun cuando todo está perdido, brota y renace nuestra luz, pues la vida se impulsa gracias al anhelo de dar a conocer nuestra identidad y transformar según nuestros ideales construidos a lo largo de este viaje al que llamamos vida una buena parte de la sociedad.


Finalmente, estoy segura de que debemos encontrar nuestro elemento para iluminar el mundo, pues nunca debemos dudar de incendiar nuestra chispa porque, aunque no podemos adivinar lo que seremos, bien podemos imaginar lo que queremos ser. Así que atrevámonos a soñar, pues la verdadera derrota es decidir no ir a por todas, ya que mancharse de sangre solo es parte la victoria, así que debemos lucir nuestras heridas y nunca detenernos, porque nuestro propósito como individuos es desarrollar nuestro máximo potencial y descubrir quién realmente somos.

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