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Adrogantiam


El ser humano es un animal social por naturaleza, nos dice Aristóteles, y Marx reafirma esta concepción; el hombre no logrará triunfar ni sentirse cómodo a menos de que este se encuentre en sociedad. Al hablar de sociedad me refiero a la definición globalmente aceptada de este concepto, “supone la convivencia y la actividad conjunta de los individuos de manera organizada u ordenada… y cooperación” (Imaginario, 2022) es decir, el hombre está destinado a interactuar y convivir con sus semejantes por un bien común, ya que sin esto no podrá alcanzar la felicidad. Cabe resaltar que el bien común es un tema subjetivo, ya que la moral está condicionada al entorno en el que la sociedad se desarrolla, es por esto por lo que surge el conflicto entre sociedades o colectivos, no todos percibimos el bien y el mal de la misma manera. Como aborda Harari en Sapiens, el hombre tiene la capacidad de crear entes intangibles, y de esta manera, salir adelante como sociedad. El hombre creó la moral para mantener un orden, instaurando miedo ya sea al castigo social, divino o económico, de esta manera se lograría mantener cierto orden en una sociedad. Sin duda esto ha ayudado al hombre a avanzar y evitar que se destruya así mismo, previniendo que este se vea consumido por instintos primarios. Sin embargo, hay una creencia que ha perseverado a través del tiempo, el altruista tiene asegurada la aceptación mientras el egoísta es condenado.

Pero ¿Es esto realmente útil para el hombre? ¿Es realmente beneficioso para el hombre buscar el bien de los demás frente al personal? Se puede decir con certeza que la moral no es innata al ser humano, es decir, los primeros ancestros del hombre moderno no tenían un concepto del bien y el mal de fábrica, esta se fue desarrollando a medida que el hombre evolucionó hasta el punto de necesitar un control social. Es verdad que tanto el altruismo como el egoísmo son evoluciones de un simple concepto que todos los animales tenemos, supervivencia. El instinto primordial es la supervivencia, es más que obvio que la prioridad de todo animal es vivir, y para esto debe evitar que su entorno y sus rivales lo superen. Sin embargo, el sobrevivir en grupo siempre será más efectivo, menos esfuerzo individual, mayor ganancia colectiva, sino fuera de esta manera sería imposible convivir en una sociedad y el hombre tal como lo conocemos no existiría.

Pero el altruismo tiene un defecto fundamental, el colectivo tiende a beneficiar a un sector o grupo específico en la cadena, dejando a otros en el camino. Por ejemplo, un grupo de cazadores podrá ir por su presa para alimentar a la tribu, en esta caza mueren dos cazadores, pero la tribu obtiene comida para otro día, en este caso dos hombres mueren por el beneficio de otros, en este momento se presenta una paradoja, ¿son los miembros de la tribu que no cazaron egoístas? ¿O simplemente son parte de esta cadena del altruismo, en la cual cada uno sacrifica algo? Las religiones han reforzado esta idea del altruismo como solución, la Biblia predica que el que ayuda al prójimo será compensado con el perdón y recibimiento en el cielo, sin embargo, el egoísta será condenado a sufrir por su actitud degradante y maliciosa.

Hoy en día el egoísmo es visto como una razón para el rechazo social, pero se alaba al altruista. Se podría decir que las compañías se basan en este “altruismo” que pasa desapercibido. Es un concepto bastante sencillo, el empresario “altruista” provee recursos, el trabajador produce con estos, es recompensado y el empresario obtiene ganancias, todos se ven beneficiados a costa de un pequeño esfuerzo. Sin embargo, estas ganancias no son equitativas, y el trabajador siempre se verá obligado a volver a ayudar al empresario, sin embargo, el empresario puede rescindir de los servicios de este y no se verá afectado. Contrario a lo que se podría inferir, esto no se ve como moralmente incorrecto, ya que al final entre todos se ayudaron. Este egoísmo está camuflado en la sociedad, si realmente es altruismo, ¿por qué el trabajador no ayuda por su propia voluntad? ¿O por qué el empresario no divide sus ganancias equitativamente? Vivimos en una sociedad que siempre se ha negado a aceptar que el egoísmo es innato al ser humano, y lo rechazamos cuando lo percibimos, pero aceptamos este “altruismo” que la moral premia, condenamos al hombre que se ve obligado a ser egoísta ya que vela por su familia o su propio bienestar, pero aplaudimos al hombre que se enriquece a costa de otros, ya que “dio oportunidades de trabajo” o “permitió que la economía se mantuviera a flote”. Llegamos a ignorar nuestros propios instintos animales, un hombre realmente no necesita del otro para sobrevivir, todos tienen los recursos y capacidades físicas y cognitivas para sobrevivir en la naturaleza, pero la sociedad nos ha vendido la idea de que no es así, y el astuto aprovecha esto para beneficiarse, al final él también quiere sobrevivir.

Cabe resaltar que el egoísmo tampoco es del todo beneficioso, este es la causa principal de todo conflicto. Un hombre egoísta siempre se pondrá por encima del resto para satisfacer sus necesidades, y cuando dos egoístas chocan sólo el superior podrá salir adelante, es por esto por lo que una sociedad egoísta no es viable, y es este miedo a un colapso inminente por culpa del conflicto el que estigmatiza el egoísmo como algo malicioso. A mi parecer, como mencione previamente, estos comportamientos “opuestos” realmente son evoluciones del instinto de supervivencia de cada animal, y son más similares de lo que reconocemos, nuestra propia mente los dividió y estigmatizó, por ende, considero que es necesario reflexionar frente a estos conceptos para dar con lo que hemos estado buscando y debatiendo desde la época clásica de Aristóteles, ¿Cuál es la verdadera naturaleza del hombre? ¿Somos sociales? ¿Somos ventajosos? ¿Realmente necesitamos del otro para sobrevivir? Es por esto por lo que el ser humano es fascinante, la constante búsqueda del conocimiento, esa búsqueda que nos lleva a crear entes imaginarios e intangibles pero trascendentales que son capaces de definir el éxito de una sociedad o un solo hombre, esos entes que definieron nuestra historia y definirán nuestro futuro.

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