Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
Apocalipsis 8:1
El acto de existir del ser humano viene determinado por la danza pululante entre vida y muerte, fuerzas aparentemente antagónicas que forcejean con el individuo dentro y fuera de la inexistencia. Para Ingmar Bergman, director sueco cuya obra liberaría el desarrollo temático y estructural del séptimo arte durante la segunda mitad del siglo XX, las intrincadas cuestiones filosóficas y teológicas que rodean el acto final del ser humano no evidencian una relación antitética, por el contrario, refuerzan una dicotomía en la que vida y muerte no son más que reflexiones difractadas de una misma realidad: la nada absoluta. En su obra de 1957, el autor yuxtapone múltiples alegorías visuales con el objetivo de reevaluar la concepción de dualidad entre luz y oscuridad, armonía y ruido, vida y muerte. Sus personajes, atrapados en la inefabilidad de la existencia, nadan a contracorriente con una serie de artimañas para sostenerse de la vida y escapar de la muerte, no obstante, sus esfuerzos, así como los de la humanidad, son fútiles debido a que todo retorna a la nada.
La cinta narra el acto final de Antonius Block, un caballero templario quien, junto a su escudero Jöns, regresa a su hogar en Suecia tras haber participado en las cruzadas. En la escena inicial, mediante el uso de un plano general, el espectador logra visualizar dos cosas: la inmensidad del océano frente a Block y la inalcanzable luz del horizonte que pronto se tornará oscuro. El panorama logra condensar el entendimiento humano de vida y muerte a través de una imagen en la que ambos elementos confluyen en la nada. La playa simboliza la vida (lo que se puede sentir como existente), la costa que limita con el océano refleja la muerte (el confín de la vida), mientras que el océano oscuro e incierto es donde desembocan ambos conceptos, la inexistencia.
Dentro del filme, La Muerte misma es personificada convirtiéndose en una alegoría de la realidad y palpabilidad de este suceso. Block, es consciente de la inevitabilidad de su muerte, y, no obstante, disputa su vida en una ilusa partida de ajedrez cuyo desarrollo compone la espina dorsal de la cinta. De esta forma, el hombre guarda la vaga esperanza de posibilitar lo imposible mediante el uso de uno de sus artilugios, el juego, como forma de evitar su destino fatal. Ya que la cinematografía de la película se desarrolla completamente en B/N, la iluminación tiene un rol determinante en la distribución de estos dos colores en cada escena. En la primera parte del filme, la mayoría de los planos son abiertos y en espacios libres, por lo que están ampliamente iluminados. Sin embargo, la claridad se ve progresivamente reducida debido a un elemento que contamina todo júbilo existencial: la peste. A medida que los personajes se embeben de muerte y decadencia, la película se torna oscura (desarrollándose en espacios góticos), lo que refleja el nefasto descubrimiento de Block: ninguna luz divina vela por la existencia del ser humano, por lo que su partida ya estaba perdida desde antes de comenzar.
La concepción de muerte es analizada de forma multifacética, reflejando las alegorías interculturales tejidas por la humanidad para concebir lo inconcebible. Jof (personaje sobreviviente) tiene una visión al inicio de la película en la que ve un campo abierto e iluminado por dónde camina la virgen María, y Block habla con una supuesta bruja quien afirma haber tenido relaciones carnales con el diablo. No obstante, tanto la aparición divina como la aparición diabólica son dos caras de la misma moneda: la nada. La muerte surge como un ente poliforme que es construido por la psique de cada personaje como resultado de la fusión entre las tradiciones cristianas y el paganismo europeo. Las múltiples alegorías a La Parca realizadas durante el filme no son más que representaciones humanizadas producto de una mitología generada por necesidad. La partida de ajedrez, la oscuridad, la danza final, la nota fúnebre, las misas, los ritos y las visiones no son más que adaptaciones ciegas de un concepto invisible. Lo esotérico se complementa armoniosamente con la religión para generar una ilusión dadora de sentido a la existencia humana. La ilusión de Block, al ser un cruzado, es el encuentro con Dios en el edén, no obstante, cuando es visitado por la muerte, la incertidumbre nubla su supuesta claridad. A la par que la inexistencia se vuelve una realidad para Block, la proyección artificial de la religión empieza a difuminarse, y con ella, la oscuridad y la desesperanza se apoderan de la cinta. En un intento desesperado de salvación, Block muere balbuceando misericordia divina bajo un haz de luz, pero de igual forma es absorbido por la nada.
El séptimo sello toma a la peste como el origen de un fenómeno muy particular en el ser humano: la normalización de la muerte. Donde la histeria es capaz de sacudir cualquier tipo de fundamento teológico o filosófico. Al igual que Block, la existencia del ser humano está condicionada por su inevitable retorno al vació, del que buscamos escapar poniendo falsas esperanzas en deidades, estratagemas, y, por qué no, en una partida de ajedrez. Bergman muestra la necesidad humana de generar símbolos y alegorías con el fin de apaciguar la incertidumbre constante con la que se atraviesa la existencia. No obstante, frente al absoluto océano de lo incierto, nuestras concepciones de vida y muerte se reducen a conceptos que, aunque inexorables de la mente humana, son inaplicables a la realidad. Finalmente se devela la cruel ilusión: nada puede salvarnos de la visita del heraldo de La Nada.
Lista de referencias:
Bergman, I. (Director). (1957). El séptimo sello [Filme]. Svensk Filmindustri
un análisis profundo y revelador, a pesar de no ver la película me queda bastante claro las ideas y las simbolismos que esta maneja... excelente.