Me desperté de un sueño intranquilo después de una larga noche llena de dudas y confusión. Eran las seis y media de la mañana y sentí que algo no andaba bien en mí, no solo hablando de la incertidumbre que tuve toda la noche, sino de un cambio físico que sentí por todo mi ser. “Este no es mi cuerpo”, pensé, y por un instante sentí un poco de angustia; sin embargo, consideré la opción de que podía seguir soñando. Luche con todas mis fuerzas por seguir durmiendo y continuar con este sueño, pero me di cuenta de que estaba despierta, pues mi habitación era exactamente la misma. “Este no es mi cuerpo”, afirme esta vez, y entonces un pequeño escalofrío provocado por este hecho corrió sobre mí.
La voz de mi mamá me hizo poner los pies de nuevo en esta realidad, donde no estoy segura quien soy y en qué me he convertido. “¡Natalia! se te va a hacer tarde”, fueron esas las palabras que me hicieron caer en cuenta de que no podía moverme; pues no me había parado antes no porque no quisiera, sino porque no podía. La insistencia de mi madre y unos gritos sin respuesta por parte mía, hicieron que ella abriera la puerta y se encontrará con la más grande sorpresa, mi transformación. Yo tampoco entendía lo que estaba ocurriendo, solo sabía que me había convertido en un ser despreciable, distinto y anormal.
No era mi culpa, nada de lo que estaba pasando era mi culpa, pero, “tampoco es culpa de ellos”, pensé. Entonces, ¿quién es el responsable de todo esto? Es difícil saber, porque nadie quiere tener en su conciencia el hecho de haber destrozado el mundo y dañando la vida de miles de personas. Con mucho esfuerzo, pero sin acostumbrarme a este nuevo aspecto físico, logré sentarme en el borde de mi cama, donde la avalancha de pensamientos y dudas llegaron a mí: ¿cómo es posible que mi vida entera cambiará de la noche a la mañana? Me quitaron todo lo que conocía, me cancelaron todo lo que llevaba esperando, me alejaron de todo lo que tenía; y ahora ¿Que se supone que esperan de mí? Mi frustración y enojo por este nuevo aspecto físico era mínimo comparado con la enajenación que se cernía sobre mí en esta nueva realidad. Sentí un completo vacío, como estar atrapada en un laberinto gigante y no poder encontrar la salida, mientras la respiración se agita y las lágrimas caen. Es inevitable pensar que existen situaciones banales con un gran significado emocional, que cuando las quitan es como si se perdiera todo.
Son las voces de mi familia que me hacen volver a la realidad; mi hermano asombrado de mi situación intentó ser comprensible conmigo. Fue él quien comenzó a limpiar mi cuarto y asear este nuevo espacio donde tendré que pasar el resto de mis días. Estaba haciendo su mejor esfuerzo por ayudarme, cuando intentó deshacerse de algunos muebles y de esa maleta que había estado conmigo en los últimos meses. Mi hermano estaba intentando llevarse lo poco que me quedaba, haciéndome sentir inútil en este mundo; mi identidad y esencia se iban desvaneciendo, ¿qué sería de mí? Me miré al espejo y no pude reconocerme, “si saliera, además de asustar a todos nadie podría saber que soy yo”, pensé. Entonces, me resigne a lo que estaba ocurriendo y acepte este nuevo aspecto y esta nueva realidad como algo inexorable de mí.
El tiempo no corre, los segundos se transforman en horas eternas, estoy atascada en un punto donde la cotidianidad del encierro envuelve totalmente mi vida. La soledad se convirtió en mi nuevo aliado, mientras que exploraba mi apariencia y mis cambios, esta era mi única compañía. Sentirse incompleto es como tenerlo todo, pero aun así desear más, como si cavara un agujero sabiendo que no tiene fin. La desesperanza provocó mi completo aislamiento, donde me fui a refugiar en mí misma. Mi familia me escondía, mi país me escondía, el mundo entero me estaba escondiendo; y todos estaban ignorando el hecho de mi transformación.
Mi familia, las personas que extraño, las noticias sobre las pérdidas a causa de esta pandemia y los cambios tan abruptos llevaron a que terminara convertida en este horrible monstruo. La autodestrucción humana y la incertidumbre es lo que me ha llevado a esta nueva metamorfosis. Por lo tanto, el día que decida salir, seré un ser incomprensible y despreciable, nadie podría reconocerme y mucho menos entenderme. Termine aceptando este nuevo mundo, no hay nada que pueda hacer, solo seguir consumiéndome hasta que ya no quede ni un trozo de mi ser.
Referencias:
Kafka, F. (2003). La metamorfosis. Recuperado de: https://www.biblioteca.org.ar/libros/1587.pdf