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¿QUIÉNES SOMOS?: UNA INTROSPECCIÓN A NUESTRA IDENTIDAD


“Una característica que nos unifica y nos singulariza, con respecto a los demás continentes, es la creciente necesidad de saber quién carajo somos.”


-Gabriel García Márquez, ¿Quién carajo somos los latinoamericanos?". El Mundo, febrero de 1982.



(Ilustración por: Taerim Lee)

Con el pasar de los siglos hemos podido presenciar indefensos e ignorantes cómo la identidad se ha desvanecido ante los agigantados pasos del progreso y la globalización. El mundo que alguna vez conoció a la sociedad fragmentada y representada por sus únicos valores sociales, políticos, religiosos y culturales se convirtió en un complejo organizado donde ante los ojos de la sociedad todos somos iguales; donde la mínima señal de desigualdad es símbolo del despotismo y el rechazo de un mundo alejado del progreso.


No es necesario ver más allá de nuestros dos océanos para poder visualizar un claro representante de la identidad como lo es nuestro continente y nuestro país. Somos una de las naciones más jóvenes del mundo y aun así una de las que más ha vivido y más ha sufrido. Hemos visto virreinatos, rebeliones, conquistas, repúblicas, violencia, dictaduras, y al final una paz aún en progreso, todo esto en menos de 500 años. Sin embargo, toda nuestra historia ha ido poco a poco ofuscando nuestra verdadera identidad como colombianos. La historia más reciente comprendida del siglo XX y la juventud del siglo XXI ha fragmentado nuestra identidad en diversas ideologías políticas y sociales. Hoy no vemos en las calles a colombianos y colombianas, sino a hijos bajo el amparo de las banderas de la política y la segregación social; y es que ha sido un fenómeno con tal fuerza que es casi irreconocible la afirmación de que hoy todos somos los hijos de la lucha por la independencia y la libertad, ciudadanos orgullosos de nuestra patria, de nuestros colores y raíces. Es cierto que dentro de nuestros deberes como colombianos y sobre todo como seres humanos, debemos pensar en que es lo mejor no solo para nosotros sino para nuestro país, puesto que nuestra estadía en esta tierra no será eterna y debemos ser lo suficientemente capaces para entender que un pensamiento, una idea, una opinión o una propuesta distinta a la de una corriente de pensamiento establecida no nos hace mejores o peores personas; nos convierte en seres críticos y analíticos, dispuestos a cuestionar o apoyar cualquier corriente de pensamiento dentro de nuestro criterio como ciudadanos.


Y es que, querido lector/a que hoy lee estas divagaciones y pensamientos, hemos de recordar que nuestra identidad no partió de una única línea, sino que, dentro de nuestra sangre, están los vestigios de las tribus nativas, de los europeos, de los criollos, de los mestizos, y de mil y un culturas más que hoy nos hacen lo que somos; hijos de la tierra de Colón.



Quiero finalizar diciéndoles que en el fondo de cada colombiano; sea de izquierda, de centro o de derecha, del campo o la ciudad, rico o pobre, pese a sus inmensas diferencias, y más allá de las pasiones de la política y por encima de los fantasmas del conflicto armado que ha dividido a este país desde hace más de 50 años, llevamos impreso en un rincón de nuestros corazones y del mismo ADN que nos compone; el honor de no solo ser colombianos, sino latinoamericanos. Un título que, aunque el tiempo ha desprestigiado y enterrado en el cementerio del olvido, es digno de admiración y respeto, puesto que es el lazo que nos une eternamente a nuestra cultura, a nuestras tradiciones, a nuestros valores, y a nuestros hermanos.


Jamás olvidemos de dónde venimos, puesto que, de así hacerlo, jamás sabremos hacia dónde vamos. Si esto no es identidad, no sé qué lo sea.


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