Ilustración por Andrés Roldan
Nos conocimos en las ruinas de un baile.
Tu mirada ondeaba entre el desierto y la casualidad.
Quise de inmediato coronarte y embrujarte,
Pero mi deseo no era suficiente para evitar las andanzas del azar.
Vives entre el jardín y las nieves,
Yo entre la piedra y la arena.
Y aunque puede que seas una violeta entre las piedras,
El germen de tu lengua me sacude y me despierta.
Aguantaré sin ti seis inviernos,
Y procuraré que tus ojos no me laman la columna.
Porque prefiero la perfección natural de un arbusto,
A un ramo y su belleza inabsoluta.
Te amé en las cavernas y lo haré otra vez cuando nos hunda la niebla,
Más mis manos no soportan más esta gula verbal.
Por más que lo intentemos, nunca podremos llenar el cosmos,
Somos dos gotas intentando volver al mar.
Por apagar nuestro incendio, mi aliento acabó también con otras llamas.
No permitiré a mis ojos llorar por ti nunca más.
Y aunque eternamente arranque la hiedra de tu sonrisa,
Siempre esperaré ansioso este pecado atemporal.
Al final estallaremos, en cuero fugaz y eterno.
Recuperando el brahman, y volviéndonos juntos un solo despertar.
Pero por ahora, zarparás a un marchito oriente,
Donde el fantasma de mis besos nunca te pueda encontrar.
Naceremos mil veces, y cien veces te voy a amar.
Creceremos y volveremos a ser luz en el océano
Y caudal en saliva inesperada.
Más en estos paños, no estamos destinados a colisionar.
Debemos esperar a ser cenizas sin encuentro,
Debemos esperar a volver a germinar.