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VUD


(Ilustración por: Natalia Tabres)

En el conticinio de la noche,

en donde el insípido e inquietante intruso invisible se acomoda a la par,

en el infernal interior de la inconexa isla un bote comienza a desembarcar.

Un navío con madera de ébano y clavos de cobre.


Me aguarda una eternidad que comienza con doce,

y es la infatigable infelicidad del inferior de mi índice la que choca con el mar.

En su intrigante intimidad un indistinguible inhumano empieza a acechar,

sin nombre ni dote, se siente un golpe bajo el bote.


Con temblor y percances llega el “impetuoso” al islote,

siendo inteligente e ingenioso el irritante invasor se unifica con nosotros,

llega siempre con ideas irracionales e innovaciones ilustradas, pero se percibe su olor feroz.

De su presencia preponderan sus pies descalzos y un largo abrigo con broche.


En sus cofres de pino, caoba y álamo carga “regalos” que se extienden como un brote,

manteniendo al individuo inquieto e insaciable, la interminable oscuridad llegaba a las dos.

Aunque lo intentemos, el incontrolable intruso impregna su enfermedad siendo veloz.

Con cabeza de balsa y los ojos de sapelli, al final padecemos de un roble rebote.


Son cuatro las horas de este agradable abeto Sitka

Horas idénticas con inclinación a imprudencias íntimas

y con un ambiente tan frígido como las piceas de Alaska.


Sin ser dramático, como cucaracha en lecho de MDF tipo Kafka,

donde la incógnita de la incertidumbre me tiene indeciso

y se siente como el agua golpea el olmo de mi barca.


Cerrando los ojos que arden como encina

mi instinto incendia el descanso indicado

El deseo de volverte a ver es lo único que me anima.


Pero se está haciendo tarde y con el aroma a sabina,

aun cuando la intensa idea me incomoda

mi cuerpo se relaja y el cansancio se reanima.

  • Yo

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