¡Oh hombre, lleno de miseria y debilidad! ¡Tú, que te encuentras en las densas tinieblas que han cubierto nuestras plazas y hogares!, arroja lejos de ti lo que no te deja pensar y mira tu alrededor. Nos hemos dejado dormir, hemos abandonado lo que alimenta. El infierno cada vez está más cerca porque se lo hemos permitido. ¡Somos el castigo de nuestras consecuencias! Y ahora, ¡Oh Señor, Dios mío!, enséñale a nuestros corazones el camino de la luz. Tú que quitas el dolor y la amargura, que llenas nuestras almas con plenitud, no dejes que nos perdamos del bien para el cual hemos sido creados.
¡Que no se puede pensar que Dios no existe!, Él nos ha dado la inteligencia de la fe para alejarnos del pecado y no caer en la tentación. Se prohíbe deshacerse de la esperanza y pensar que Dios nos ha abandonado. Dios es misericordioso y si nos castiga es porque no seguimos su luminosidad. Hay que ser grandes creyentes para tener grandes recompensas. Dios es vida, luz, sabiduría, eternidad y todo lo bueno, no hay que discutir su posición. El Señor sabe de nuestros actos cristianos y conoce cada uno de nuestros pecados. ¡No dejemos de creer!, recemos por nuestras familias, por nuestros hermanos, por la salud, por el rey. ¡Sigamos siendo discípulos de Dios!, y que lo maligno no nos deje ciegos frente a los milagros de nuestro Señor.
Oremos por nuestros hermanos, por los fallecidos clérigos que entregaron sus fuerzas para que nosotros enfrentemos, con la fe del Señor, este suceso caótico. Nosotros hemos abierto las puertas de la casa de Dios para que ustedes, discípulos de Él, cicatricen sus dolores y se salven de todo lo malo que se apodera. ¡Con Dios la vida nunca muere!, y ustedes, mis hermanos serán rescatados, sanarán y serán libres con la ayuda de nuestro Señor. ¡Porque esa es la fuerza del Todopoderoso!, convertir todo lo malo en bueno, traer serenidad en nuestras tormentas y mantenernos despiertos cuando cae la penumbra. Puede que nos hayan infectado nuestros ríos y separado de nuestros seres queridos, pero jamás podrán corromper nuestro amor por Dios.
No hay que tener miedo, nos aleja de la fe. El Señor nos cuida y nos protege, no hay nada que desconfiar. La muerte jamás llegará a ustedes, sí no le dan la espalda a Dios, a sus hermanos, a esta iglesia que es el templo del Señor. Cumplan con su palabra y la prosperidad iluminará sus vidas.
Imploremos al Señor: ¡Oh Dios, fiel en tus promesas!, que nuestras almas tengan sed de ti para que nos guíes al camino de la verdad, la sabiduría y la salud. Desaparece las curvas de sus pieles, los escalofríos, la fatiga y el dolor. Libéranos de los pecados que nos asechan, encontremos en ti toda nuestra alegría. Yo te suplico, ¡oh Señor!; libera las tinieblas que abrazan nuestros pueblos, bendícenos, otórganos salud y bienestar. ¡No te hemos abandonado, Señor!, ¡Seguimos creyendo en tu presencia! Y juntos podremos aliviar todo nuestro agobio en ti.
Un respiro al tocar el tema de la pandemia y las ideas que subyacen de esta, utilizar un monologo religioso en un contexto ajeno es muy llamativo y único entre las narrativas.