Eran las seis de la mañana del día cinco. El sol empezaba a asomar sus primeros rayos de furia calcinante. Desde su ventana observaba a la señora Beatriz pasear al perro por primera vez en el día. Rosa mira su reloj. Dos minutos de aterrador silencio han transcurrido. Se retira de la ventana. Rosa se dirige hacia la cocina en donde saluda a su madre por primera vez en el día. La madre le devuelve el saludo con una sonrisa. Rosa agarra el bolso y sale de la casa. En el camino saluda a uno o dos vecinos que se encuentra. Al llegar a la calle principal, se sube en el transporte público y se dispone a observar. Desde la ventana observa a un habitante de calle buscando en el suelo las colillas viejas de los cigarrillos pertenecientes a distintos fumadores que desfilaron alguna vez por esa misma calle. Unos minutos después se sube un vendedor ambulante. Rosa le compra una bolsa de dulces. Después de un tiempo llega la parada en donde Rosa se baja. Se siente abrumada por la cantidad de gente que se encontraba con ella en el pequeño bus. “Toma aire, camina” se dice a ella misma. Camina unas cuadras y entra al gran edificio donde trabaja. Entra en el ascensor, oprime el botón del piso 20 y espera. Rosa mira su reloj. Faltan tres minutos para las siete y cuarto. El ascensor se abre en el piso cinco. Se suben cinco personas. Vuelve a abrirse en el piso 16. Se bajan dos. Finalmente llega al piso 20. Se bajan todos. Rosa camina hacia su oficina. Bueno…hacia el pequeño escritorio en la esquina donde puede observar a sus veinte compañeros. A medida que camina hacia su escritorio, este se hace cada vez más lejano. Cuando por fin llega mira el reloj y ya es medio día. Se sienta. Rosa observa desde la lejanía de su escritorio como cada uno trabaja en lo que debe sin si quiera voltear a saludar. “Demasiada concentración “se dice a ella misma. “¿O demasiada indiferencia?” pregunta una voz aguda y siniestra proveniente de la bolsa de dulces que compró en el bus. Rosa observa su bolso en donde se encuentra la bolsa de dulces. La observa sin emoción por unos minutos hasta que la voz del silencio le susurra al oído que tiene que continuar. Rosa quita la mirada de la bolsa y la pone en la ventana. Las nubes empiezan a ocultar los rayos del furioso sol. Desde la ventana observa a la señora Beatriz pasear al perro por segunda vez en el día. Rosa mira su reloj. Dos minutos de aterrador silencio han transcurrido. Retira la mirada de la ventana y se levanta de su escritorio. Mira el reloj de la pared. Son las cinco en punto. Rosa camina por el pasillo interminable hasta llegar al ascensor. En el piso 16 se suben dos personas. Una empieza a toser. Se detiene. Empieza a toser de nuevo. Se sube otra persona. No se detiene el tosido. Cada vez más repulsivo y resonante. Llegan al primer piso. Rosa se baja y camina con rapidez a la parada del bus. Empiezan a caer gotas de lluvia. Cada vez golpean la tierra con mayor impacto. El silencio es remplazado por el desespero y agonía de cada gota. Llega el bus y Rosa se sube. Desde su ventana observa las calles completamente vacías. Al llegar a la calle principal se baja. La lluvia ha cesado su ritmo. Rosa escucha la melodía que genera cada gota impactando su chaqueta impermeable. Al llegar a su casa, pasa por la cocina. Saluda a la madre por cuarta ves en el día. ¿O era la segunda? Sube la escalera y llega a su habitación. Se sienta en el banquito junto a la ventana. Observa. Desde su ventana observaba a la señora Beatriz pasear al perro por primera vez en el día. ¿O era la tercera? Rosa mira su reloj. Dos minutos de aterrador silencio han pasado. Rosa saca de su bolso la bolsa de dulces. Los empieza a comer con desespero. Rosa mira el reloj. Agarra la libreta de su escritorio. Cierra los ojos. “toma aire y continua” se dice a ella misma. Al abrir los ojos observa su ventana. El sol empezaba a asomar sus primeros rayos de furia calcinante. Rosa mira su reloj. Son las 6:02 de la mañana. Mira su libreta. “Solo han transcurrido cinco días y dos minutos de encierro” se dice a ella misma.
top of page

SUMMA TEMPPORA
Revista de los estudiantes del Colegio Buckingham
bottom of page
El paisaje de una pandemia, genial