“Lo único imposible es aquello que jamás se intenta”- Ronald Koeman. Con esta frase en mente comenzaría una nueva jornada de mis vacaciones en la selva amazónica, directamente dos años atrás. Apenas desperté me encontraba solo en mi habitación, con un fuerte rayo de sol entrando y golpeando intensamente mi rostro. Bien cansado por las arduas actividades del día anterior, procedo a levantarme, en busca de mis padres para darles el beso de buenos días. Busqué y busqué, pero no los encontré. Sin embargo, hallaría una nota encima del mesón principal la cual decía: “Estamos en el recinto de la selva, nos vemos a las 9 para el desayuno”. Para ese entonces eran las 7:30 de la mañana, así que me bañé, me vestí, y salí en busca de mis padres. Definitivamente, las vacaciones no son para estarse solo en la mitad de la selva. Aunque este “recinto de la felicidad” jamás había sido de mi mayor agrado, el día de hoy tenía un hambre distinta, como ese deseo de salir de una zona de confort. Ver a un león probar vegetales o carbohidratos en lugar de carne no es algo muy usual. Sin embargo, todo es posible, solo basta un poco de imaginación.
(Ilustración por: Juan Andrés Navarro)
Salgo y me enfrento a esta gran selva bajo el calor y la humedad que esta propicia. Para llegar al lugar en donde mis padres se encontraban, observé diferentes animales los cuales parecían alimentados con carne y sopa de frijoles cada día, mientras que yo parecía alimentado en base a una débil dieta de pan. Conforme caminaba, me di cuenta que el lugar donde se encontraban mis padres podía ser más interesante de lo que yo esperaba. Llegué al paraíso donde mis padres me pintaban, todo era tan nuevo para mí, con un aire de reto constante. Aquí, todo tipo de animales se encontraban bajo un mismo interés: un cambio. ¡Observaba , osos, rinocerontes, e inclusive pequeños e inofensivos cachorros de leopardo, tales como yo! Definitivamente este espacio era de mi agrado, principalmente porque veía cómo los pequeños simios podían transformarse, con mucho esfuerzo y paciencia, en grandes orangutanes. En lugar de buscar a mis padres, comencé a realizar las actividades que podía realizar dentro de este nuevo edén para mí. Correr, escalar, jalar, empujar objetos eran solo algunas de las maravillas que se me ofrecían. Pero no fue hasta que se me acerca un enorme gorila, me observa a los ojos, y me pregunta: “¿Principiante eh?”. No sé cómo lo supo tan inmediatamente, tal vez mi aspecto hablaba por mí. Frente la pregunta, solo asentí, ante lo cual esta enorme criatura me mira con orgullo y me cuenta su larga historia, y como este mágico recinto pudo cambiarle la vida. Dentro de toda su historia me quedó grabada una frase súper importante, la cual me motiva cada día a seguir asistiendo a este lugar. “Todo lleva tiempo, inclusive lo que parece más inalcanzable, sin embargo, con paciencia, los resultados te harán sonreír”.
Al día de hoy, la frase que mencionó este gran gorila en este recinto mágico de la selva amazónica, tiene un fuerte impacto en lo que es mi identidad. Podré haber tenido un día terrible en la escuela, haber discutido con mis padres, con mis amigos, o mi novia; pero siempre que llego a este lugar en la noche, mi cara cambia por completo. Me recibe con los brazos abiertos, como un padre esperando por su hijo. Ya entiendo esa sensación de verte al espejo y sentir esa gratitud de ir por un buen camino. Siento la admiración de las demás personas al verme caminar por los senderos. Descubrí que ir al gimnasio no es solo conocer personas con un portentoso aspecto físico. Es más que eso. Es relacionarte con personas con las que compartes intereses muy similares, con quienes puedes expresar tus mayores deseos y aspiraciones, sin nunca ser juzgado. Creo que jamás ha pasado un día en el que no sienta esa emoción antes de entrar al gimnasio y encontrarme con todo eso que amo. Y más importante, siempre me repito esa frase mañanera que nació en mí en Cancún: “Lo único imposible es aquello que jamás se intenta”.