¿Las Apariencias Engañan?

Ilustración por: Juan Andrés Navarro
Debo cerrar mis ojos levemente por los fuertes rayos de sol, el olor a pinos inunda mis fosas nasales y el pasto húmedo por el rocío de la mañana lo siento en mis pies descalzos. Mi espalda está adolorida y mis manos resecas, los días cada vez son más duros. Lanzo un suspiro para regresar la mirada a mi acompañante.
-En las calles todo es color, a veces se ve negro y a veces arcoíris por la cantidad de personalidades y pensamientos en un solo lugar. Yo lo noto, porque a eso me dedico. - suspirar para proseguir-
Analizo a las personas al pasar, algunos andan apurados otros disfrutando el olor extraño y la diversidad. Pero yo me dedico a observar y a esperar por el momento perfecto, ese momento en el que alguien se descuida lo suficiente para darme la oportunidad de pecar.
Observo al hombre joven con atención, el traje negro desentona con el parque frondoso y soleado. Sus palabras erizaron mi piel, sus ojos perdidos en algún pino me aprietan el corazón. Él traga saliva, se afloja la corbata, y continúa hablando.
- Desde pequeños nos enseñan a ser buenos, a ser honestos y respetar a los demás, tanto a su espacio como a sus pertenencias. A mi parecer, vivimos en una sociedad muy extraña, algunos tienen tanto que les podría durar durante tres vidas, y otros deben sobrevivir al día a día con una ración de pan bendecida. Las injusticias que hay son evidentes en las calles, si tan solo observaras a tu alrededor... en cinco minutos ya sabrías un cuarto sobre la vida de los transeúntes. - Hace una pausa corta, sonriendo con melancolía fija sus ojos en los míos -
Si te fijas bien, podrías saber a qué se dedican, su estado de ánimo o incluso sus aspiraciones o sueños. Si en serio lo deseas, deberás fijarte en tres cosas básicas: el cabello de la persona, los accesorios que llevan y sus zapatos. Quizá dirás que puede ser muy superficial, incluso puede que incluya prejuicio; también podrías argumentar que las apariencias engañan, pero por lo menos a mí, nunca me ha fallado.
El joven señala a un hombre alto, robusto, en ropa deportiva, saliendo del parque.
- El de cabello engominado me ha dado un reloj, mas de cien mil pesos y un celular de última generación.
Recorre su mirada por el sendero del parque y la posa sobre una chica, parece universitaria. Asiente hacia ella con la cabeza.
- La de manos con uñas brillantes y sedosas, me ha dado un lapicero especial de dibujo y comida para el almuerzo. -Nuevamente desplaza su mirada hasta el otro extremo del parque- Y esa persona de allí con tenis usados pero coloridos, me regaló una sonrisa inusual y unas monedas por una fotografía a cambio.
Lo seguí escuchando atentamente, me tiene embelesada con su tono, su mirada, sus gestos. Jamás me había topado con un hombre tan hermoso con ojos tan analíticos y fríos, sintiéndose tan vivos. ¿Logrará enseñarme a sobrevivir ahora que no me queda nada? Después de días durmiendo a la intemperie, de soportar frío y hambre, de soñar con el pasado; he llegado a la solución. Este hombre es la respuesta, ¿Importa la moral cuando no tienes nada más que perder?
Mi acompañante se había silenciado hace unos segundos, me observó sin darme cuenta. Quité lentamente el ceño fruncido de mi rostro. Me dio una sonrisa de boca cerrada, palmeó mi hombro con ligereza y se paró de la banca. El cielo seguía brillante, el sol picante y el parque repleto.
No muchos entenderían nuestro trabajo, el bien y el mal no se distingue con claridad cuándo hay necesidad. Ese tipo de necesidad que te carcome poco a poco, y te encierra en un pequeño espacio de ansiedad y angustia por el porvenir. A veces, un estómago vacío pesa más que una mano escurridiza. A veces, el mal para unos, es el bien para otros.
El joven de traje y ojos llamativos empezó a caminar por el sendero, esperó a oír mis pasos detrás de él para decirme:
- Si alguien me ve en la calle no sabrá a qué me dedico, ni quién soy, porque al trabajar en lo que trabajo y sabiendo que la vida es un acto de la obra del universo, nunca me verás venir con mis oscuras aunque puras intenciones.