Por: Manuela Álvarez
Había una vez un colegio muy especial llamado "La Escuela de las Maravillas". Era un lugar mágico donde los niños aprendían no solo matemáticas, ciencias y literatura, sino también habilidades para la vida, como la amistad, el respeto y la colaboración.
La escuela fue creada por una directora muy amable y sabia llamada Doña Sabiduría. La llamaban así, porque siempre busco fomentar buenos hábitos en sus estudiantes, como la proactividad, sinergia, poner primero lo primero, empezar con el fin en la mente, y muchos más. Además, buscaba desarrollar en ellos múltiples habilidades que los ayudan a tener éxito en el futuro para poder cumplir sus sueños; pues ella sabía que cada niño era único y tenía habilidades especiales, por lo que siempre buscaba maneras de ayudarlos a brillar.
Un día, llegó a la escuela un niño llamado Tomás, que se sentía un poco perdido y asustado, pues era muy tímido y le costaba hacer amigos. Al observar esto, la directora decidió presentarle a Sofía, una niña muy amable que se convirtió en su mejor amiga en la escuela. Juntos, aprendieron mucho y se divirtieron explorando las maravillas de la naturaleza en el jardín de la escuela. Otro día, llegó un niño llamado Carlos que tenía dificultades para leer. Pero en la Escuela de las Maravillas, la lectura se convirtió en algo divertido y emocionante. Los profesores inventaron juegos y canciones para ayudar a Carlos a mejorar su lectura. Pronto, él estaba leyendo historias emocionantes y sintiéndose muy orgulloso de sí mismo, pues sentía que su escuela era un lugar seguro donde podía expresarse y con ayuda de sus compañeros y los maestros, exploraba el mundo que lo rodeaba mientras se conocía y aprendía nuevas cosas de él mismo.
Y así, todos los días, la Escuela de las Maravillas ayudaba a los niños a descubrir sus habilidades y talentos especiales. Era un lugar donde todos eran valorados y queridos. Es por esto que al final del año escolar, se celebró una gran fiesta en la escuela para celebrar todo lo que habían aprendido juntos, al igual que todas las amistades que se habían formado, que iban a durar para siempre, pues en “La Escuela de las maravillas” las personas que conforman la comunidad no se ven como extraños, ni como compañeros que simplemente comparten un aula de clases, ahí, todos son una gran familia. Los niños y niñas bailaron, cantaron y compartieron sus historias favoritas del año. Todos se sintieron felices y agradecidos por haber tenido la oportunidad de estudiar ahí.
Y así, la escuela siguió siendo un lugar mágico y especial, donde los niños aprendían y crecían juntos, guiados por la sabiduría y el amor de sus profesores.