Gabriel Machado
Con un día negro y un negro cielo, ¿cómo me alegro? Hay allegro y hay dinero, pero aún no hay arreglo. Negros días que me cansan, cosas malas que aún me pasan, y la vida que cuanto más vivo, más cosas me demanda.
De Colombia a California, y de Polonia a Bosnia, viajando sin descanso, con insomnio a ceremonias. Si no hay trabajo, no hay dinero, y sin dinero no hay vida, pero sin tiempo para vivir, ¿qué es lo que se pierde a no vivir?
Llego a casa y ahí estoy, sentando, pies y piernas, cansado. Viene viento, vela viento, como música, un instrumento. Miro al cielo y me pregunto, y en mis oídos escucho un barrunto, y miro al viento que está en ciclos, sin más tardar me pregunto:
“¡Que ironía!” me digo a mí mismo, “¡Yo no lo puedo creer!”. “Por más que venga y vuelva el viento, ¡nunca se va a mover!” “Si ni el viento, rompedor de montañas, logra escapar de la vida, que chance tengo yo, de escapar de este ciclo sin heridas?”
Finalmente, cierro los ojos, no hay más que ver. Negro veo, veo nada, pues no hay nada más a conocer. Ya se sabe del futuro, de lo que se espera, sé que no cambiará. Cierro mis ojos, con la esperanza que algún día especial llegará.