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CONSTRUIR UNA IDENTIDAD QUE RESPETE LA DIFERENCIA

Durante toda la vida estamos recogiendo los elementos que construyen nuestra identidad, nos codificamos de acuerdo a nuestra familia, al entorno y a la sociedad a la que pertenecemos. Entender que todos los seres humanos construimos identidades propias, distintas y válidas puede regalarnos ese tesoro tan necesario para vivir en comunidad: la tolerancia.


Soy madre de un niño de dos años y una de las cosas más asombrosas de este nuevo rol que asumí en la vida ha sido ver la evolución del ser humano a través de su crecimiento. El día que nació era un bebé completamente indefenso, se valía de sí mismo solo para respirar y hacer funcionar su cuerpo de manera natural, pero dependía de sus padres para todo. Hoy puede alimentarse por su cuenta, ir al baño, expresar sus emociones con claridad, desplazarse etc.



(Ilustración por: Daniela Bravo)

Está empezando a forjar su identidad y su carácter. Su papá y yo somos sus principales referentes pues la pandemia nos ha impedido ofrecerle otros espacios de socialización como el jardín infantil. Así que está formando su personalidad teniendo dos modelos principales, cada uno muy distinto al otro pero unidos por la misma certeza: queremos que nuestro niño comprenda la importancia de respetar la diferencia que existe entre todos los seres vivos que habitamos este planeta.


Y esta certeza es también una lección para nosotros. No esperamos un hijo que se ajuste a la medida de nuestros sueños. No queremos un hijo que necesariamente tenga los mismos gustos que nosotros; no formamos un niño que replique nuestros prejuicios. Queremos apoyarlo en la búsqueda de su identidad, estar ahí siempre para guiar su camino, abrazarlo en las derrotas y acompañarlo en los destellos de felicidad, recordándole siempre que en la vida vamos a tropezarnos muchas veces pero vamos a aprender a levantarnos, sacudirnos y seguir adelante.


Su identidad estará marcada no solo por sus padres, también por su entorno y por su herencia. Entenderá que los bogotanos, como él, tienen raíces diferentes a las de los caleños, como su mamá. Que la riqueza de una lengua, de un idioma, está en las transformaciones que han hecho nuestros coterráneos en cada esquina de este país. Que no hay una sola manera de vestirse, de cantar, de pintar y de cocinar. Que los hombres no tienen que estar destinados a unas tareas específicas y las mujeres tampoco. Que una sociedad depende del bienestar de todos, no de unos cuantos privilegiados. Que tener valor es también estirar la mano para pedir ayuda y ser empático con las necesidades del otro es tan sencillo como escuchar. El respeto por la diferencia nos hace la vida más fácil, nos carga menos de rencores y resentimientos y más de armonía y paz.

Finalmente esperamos que haga valer sus elecciones de vida, que no se deje llevar por los convenciones sociales que en muchas ocasiones han marchitado el valor de la diferencia, que se sienta libre y permita que todos a su alrededor experimentan lo mismo. Que nunca olvide que todos los que lo rodean pueden pensar diferente, tener otras convicciones, otros intereses, gustos que le parezcan opuestos a los suyos y aun así pueden pertenecer a una misma sociedad y unirse cuando encuentren, en todo ese abanico de rasgos propios, una misma causa que les permita trabajar y soñar juntos.


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