El comienzo de la oscuridad forma mi nuevo carácter,
la pasión desmoronada y desplomada sobre la lúgubre muerte,
un momento que ni el más hermoso amanecer soluciona, amanecer desierto,
retengo grandes hilos de sangre que fluyen sobre mi cuerpo indeterminadamente.
En el malestar de la peligrosidad mi exigencia, gritos mudos de desesperanza,
Me he dedicado a perder mi fragancia,
todo deseo de la luz de mi infancia recae en la distancia.
Lejos mis sueños, lejos mi aliento,
“estamos solos”, no hay un por qué para existir.
Las circunstancias me hacen pensar en ella, que sufre,
que siempre ha sufrido, pero ahora sufre más.
La eternidad de su alma por primera vez se desgasta,
lo que no sabe es que el placer que siempre ha buscado no basta.
La felicidad está en algo más triste, resiste.
La lluvia, mi amiga, me susurra en la soledad,
¡Soy calor, soy luz, no debilidad!
Me repito, este horno gradual es mental.
Conversaciones conflictivas con el tiempo,
sin afán, le digo que vaya más rápido
me replica que irá lento.
Una dialéctica, no, es terco.
Se hace valer por su soberana autarquía,
no soy el único que huiría.