Toqué el timbre, era un sonido agobiante, un sonido relacionado con el aspecto de la casa. La vivienda era grande y rústica, lúgubre, desde la fachada se podía notar su falta de cuidado que era justificable. Las calles estaban vacías, transitables en su totalidad, lo que no correspondía a la esencia de la ciudad, normalmente era muy concurrida, las bocinas de los coches conformaban la melodía catastrófica diaria. La puerta fue abierta por una señora, por apariencia parecía estar entre los sesenta años, tenía un aspecto macilento, no aparentaba buena de salud, tenía una mirada pérdida, pero luego parecía volver a la realidad. “Buenas tardes, ¿es usted Julia?” pregunté intentando ser amable “Si… ¿qué necesita?” contestó desconcertada, “Usted me ha llamado, mi nombre es Javier”, se quedó paralizada, como si se hubiera ido de este mundo material “¡Sí! Pase usted por favor”.
Entré en su recinto, había un olor a humedad en el ambiente, característico de una casa de semejante tamaño. “Puede sentarse aquí”, dijo señalando el sofá. “Si le he entendido bien, su hija regresó del colegio a las tres de la tarde, en un momento posterior desapareció” me miró nuevamente con esa mirada de desconcierto, la misma que había tenido cuando abrió la puerta de la casa, con tristeza me respondió “Sí...”. “¿Me podría decir usted cuando notificó su ausencia?” Me miró detenidamente, recordó por un instante y respondió, “La busqué en su habitación, noté que no estaba… luego la busqué por toda la casa”, “¿Me permite revisar la habitación de la niña?” Pregunté, se quedó mirándome fijamente un momento, pensé que no me había escuchado bien y dudé en preguntar nuevamente pero luego me respondió, “sí, por el pasillo a la derecha” me respondió señalando la habitación.
Entré, estaba vacía, había cajas cerradas por todo el lugar, me devolví, pregunté “¿Por qué todo está empacado?” Me miró nuevamente con esa mirada, pude notar que algo dentro de ella no se encontraba bien, su soledad se notaba en el oscuro de sus ojos y sus párpados caídos, a pesar de tener cerca a sus dos hijos se notaba en ella que necesitaba algo más que compañía, una interacción humana que esperaba desde hace mucho tiempo, la desaparición temprana de su hija y el encierro la afectaron. Luego de un eterno silencio respondió, “Se iba de intercambio”. “¿Pasó todo el tiempo con usted durante los ocho meses? ¿Salió sin su permiso?” “Imposible, siempre cierro su habitación y siempre está conmigo” respondió, “¿Le tiene miedo a alguien?”, el aspecto de su cara cambió completamente a la ira, nuevamente un silencio, más incómodo que el anterior. “De su hermano… no está bien mentalmente”. No me sentía cómodo y supuse que ella lo notó, con el fin de aligerar la situación aproveché la fotografía de la mesa, señalé la imagen y pregunté “¿Es su marido?” “Madre separada, de vez en cuando lleva a la niña a su pueblo, al norte” “¿Está usted segura que su hija no está con su padre señora?”, esta fue la pregunta que puso el ambiente incómodo, más aun de lo que estaba, hubo un silencio de quince segundos, sentí ese momento eterno, tal vez por mi imprudencia la cual no pude reconocer, la miré a los ojos, noté su soledad más profunda en su mirada fija hacia mí, una conducta que no era normal en las personas, esa soledad tan intensa con rasgos de locura, me sonrió, “¿Usted cree que estoy perdiendo el tiempo señor detective? ¿Acaso cree que no soy consciente de la desaparición?” me quedé frío, paralizado, sentí como si me hubieran insultado, quería escapar de allí, por primera vez en ocho años de profesión cuestioné mi trabajo, me tranquilicé “¿Podría visitar la habitación de su hijo?” pregunté con miedo “Sí, no le crea, tiene problemas” Me levanté de mi asiento y caminé a la habitación del niño, tenía unos trece años, tenía una quemadura en el cuello, estaba de espaldas cuando entré, “Eres muy aficionado a los trenes por lo que veo” su habitación estaba decorada con trenes, “No, los odio” respondió sin darse vuelta, “No está acá, usted está en el lugar equivocado” el niño no parecía estar mal psicológicamente, parecía tener un mejor entendimiento que muchos niños de su edad, “tu madre me lo dijo” “No le crea a esa señora señor, ¿Acaso no se dio cuenta?, mi madre no se encuentra bien, piensa que estoy loco, ¿Vio las pastillas en la mesa? Se las recetaron desde el incidente, el encierro empeoró su situación” Me dijo mientras volteaba a mirarme, “¿Que incidente?” Pregunté, el niño me miró fijamente, luego miró el suelo, tomó un periódico de su repisa y me lo dio. El titular decía “500 muertos a causa de la pandemia mortal en el país” el periódico había sido publicado hace un año, su hija y su exesposo habían muerto.