Jacobo Márquez es un joven de 19 años con autismo lo cual hace que este viva y perciba los que lo rodea de una forma bastante diferente al resto de las personas con las que convive. Este joven a pesar de tener este desorden se acopla a las actividades cotidianas de las personas que tiene a su alrededor debido a su espontaneidad y gran capacidad de relacionarse. Jacobo disfrutaba mucho de ir al colegio ya que no solo desarrollaba actividades que le permitían mejorar sus habilidades de atención, sino que también podía verse con sus amigos y hacer ejercicios que lo hacían reír y pasar un buen rato. Jugar futbol, hacer bromas e interactuar con todas las personas que se acercaban a él por su buena energía eran parte de algunas acciones que él desarrollaba con frecuencia. Un día en su colegio la directora se acercó aula por aula y les informó a los estudiantes que las clases presenciales debían ser suspendidas por un tiempo debido a la crisis que se estaba presentando en esa zona, debido a la alta propagación e índice de contagio del virus que se esparcía con facilidad. Ante esta situación muchos de los alumnos se alegraron porque no debían volver al colegio, para Jacobo esto no fue un problema los primeros días, pero a medida que el tiempo pasaba y él veía que volver a su colegio y reunirse con sus amigos era cada vez más difícil, empezó a deprimirse por la soledad y el cambio drástico de esta situación. A medida que pasaron los meses Jacobo se encontraba desesperado al no poder salir de su casa y entretenerse con esas pequeñas cosas que le traían felicidad decidió huir de su casa para reunirse con sus amigos, pero una vez fuera de casa se dio cuenta que ya nada era como antes. Optó por visitar a uno de sus amigos. Para llegar se llevo la dirección anotada un papel y tomo un taxi, pero una vez llegó se encontró con la sorpresa de que su amigo estaba contagiado y se encontraba en estado crítico por lo que los padres de su amigo no lo dejaron entrar a verlo, y llamaron a su mamá para que fuera con él ya que era demasiado arriesgado que él estuviese fuera de casa.
Pasaron 6 meses y la condición de Jacobo cada vez era más delicada debido a que él ya no comía ni dormía por los altos niveles de depresión. Ante esto, su mamá contactó a sus amigos y personas más allegadas con el fin de realizar una videollamada para ver si su ánimo se levantaba un poco, pero el efecto de la llamada fue fugaz ya que mientras estuvo conectado fue como solía ser antes, pero una vez la llamada finalizó su estado de ánimo bajó nuevamente mostrando que para él era demasiado complicado asimilar lo que estaba sucediendo y veía este virus como como una tragedia que le pondría un fin a sus días. La salud de Jacobo se encontraba en un estado tan crítico que fue internado en un hospital donde lo mantenían estable, pero aun así se le veía mal y sin alientos para continuar, hasta que la epidemia se frenó y todos sus amigos fueron a visitarlo al hospital para darle fuerza para que saliera adelante de esta situación, dolorosa para él y su familia. Debido a las constantes visitas de sus amigos y familiares Jacobo se sentía más alegre, pero debido a que tuvo tantas dificultades de salud Jacobo no se recuperó del arrasador virus que asecho por tanto tiempo su felicidad, terminó acabando con su vida, lo que dejó para su mamá y amigos un vacío insaciable.